Cuando supe que estaba embarazada inmediatamente soñé y puse mi intención en tener un parto tranquilo, respetuoso, sano y lleno de amor, como debe llegar al mundo la vida. Quería que mi hija naciera en el calor de su hogar, quería estar en un lugar seguro, acompañada y sostenida todo el tiempo por mi compañero y que él pudiera también ser partícipe de todo el trabajo de parto, testigo de ese milagro y sostén para mí en ese momento único y de mayor vulnerabilidad en la vida.
Quería también poder moverme libremente, usar la gravedad como mi aliada, tener un parto fisiológico libre de intervenciones innecesarias y de rutina, libre de violencia sobre mi cuerpo y el de mi bebé, quería también conservar la placenta de mi hija para sembrarla más adelante y así honrar a su compañerita que le dio nutrición durante toda la gestación, en fin, quería tener un parto donde fuéramos nosotras protagonistas y donde yo pudiera tomar decisiones informadas para ejercer mi poder de parir con tranquilidad y de traer a mi hija al mundo de la manera más amorosa posible.
Sabía que estos deseos pese a ser naturales, son vistos dentro del sistema médico y hospitalario como excentricidades o cosas irrealizables, entonces no tuve la menor duda de querer buscar parteras expertas, amorosas y responsables para que me acompañaran en mi deseo de DAR A LUZ en casa, y crear con amor ese espacio de confianza y confort que yo deseaba para mi y mi bebé. Encontré en Amapola y Paloma, las parteras de LUA confiabilidad, responsabilidad y profesionalismo, ellas afianzaron mi confianza en esta decisión de tener un parto respetado en casa. Nos dieron todas las herramientas e información a lo largo de la gestación para empoderarnos en el momento del parto y la lactancia. Cada cita de control era un espacio de cuidado para hacer todas las preguntas que teníamos, tenía un chequeo físico completo y respetuoso, tuve sostén emocional y espiritual y eso significaba seguir avanzando confiada, bien informada y feliz. Cada clase prenatal fue un espacio de aprendizaje, empoderamiento y seguridad donde nos nutríamos de las experiencias de otras parejas y otras mujeres gestantes.
Cuando llegó la hora de dar a luz, estuvimos en casa, Amapola y Paloma llegaron de inmediato, mi trabajo de parto duró 8 horas y no tuve la menor duda de estar acompañada de las mujeres idóneas para este momento sagrado. Paloma y Amapola me sostuvieron con amor, con claridad y con respeto. Tuvimos la luz que quisimos en nuestro hogar, estuve calientica y cómoda, pude moverme tranquilamente, darme un largo baño de agua caliente que me calmó el dolor, hidratarme, comer lo que necesitaba, cambiar de posturas cuando fue necesario, vivir las contracciones con conciencia y poder sabiendo que cada una de ellas significaba abrir más la puerta al sagrado nacimiento de mi hija. Ese momento en la intimidad de mi hogar fue tan fluido, precioso y orgánico, que no hay día en el que no me sienta agradecida con LUA y agradecida de haber decidido regalarme la oportunidad de vivir el acontecimiento más importante de mi vida y el de mi hija de la manera más respetuosa y bella acompañada de estas parteras maravillosas que día a día trabajan incansablemente para que cada nacimiento sea sagrado, para que cada mujer y cada bebé sean tratados con respeto y cada vida llegue al mundo en paz y amor para iniciar así su camino.
Adriana Rojas.
Diciembre 2022